domingo, julio 02, 2006

Italia y España, ¿países hermanos?

Durante mi reciente estancia en el país transalpino, he podido constatar las, en ocasiones, abrumadoras diferencias que existen entre nuestros dos países, a los que a menudo se considera, equivocadamente, casi gemelos. Esta primera entrega se centrará en:

Los trenes.
Este quizás sea el tema que más llama la atención a un español. Acostumbrado a lo altos precios de los trenes en España, sorprende el precio tan bajo que un billete de tren puede alcanzar en Italia. Hasta aquí, nada raro, pues todos sabemos lo sobrevalorados que están los trenes aquí. Lo extraño viene al tener que elegir la modalidad del billete: tenemos, o bien el billete sencillo o el billete con reserva de asiento. Con el billete sencillo te aseguras poder subir al tren pero no sentarte. Puedes sentarte, pero si llega el viajero que ha reservado ese asiento, tendrás que marcharte a otro lugar, asiento o pasillo, con el engorro que puede suponer ir de vagón en vagón acarreando la maleta, como un nómada ferroviario. Cierto que eso pasa solamente en los trenes clásicos con compartimentos para seis personas.
Italia dispone, además, de una moderna flota de trenes Eurostar que equivaldrían a nuestros AVE... si no fuera porque van por una vía normal y, lógicamente, a la velocidad normal, con lo que no te ahorras nada de tiempo y además hay que pagar un extra por la comodidad de reservar el asiento (obligatoriamente, claro). Estos trenes son muy cómodos, excepto si te reservan el asiento en un vagón sin aire acondicionado. Entonces, a 45 grados, te conviertes en un viajero de segunda que ha pagado como uno de primera, y lo que es peor: en un paria que va de vagón en vagón suplicando por un asiento en el que se vaya fresquito, ante el disgusto del resto de viajeros que te ven como un mendigo, y ante la absoluta indiferencia por parte de los revisores, a los que les da igual que en tu vagón se viaje como en la India, según afirma un viajero indio que parece absolutamente indignado, y que insisten en que ese no es su problema. ¿La solución? Muy sencilla: todos los viajeros del vagón 4 (el damnificado), en el vagón restaurante, consumiendo espacio. Tres horitas de pie, y eso no es lo peor, pues el tren viajaba desde Nápoles a Milán (yo viajaba de Florencia a Milán) y eso deben ser como 8 o 10 horas.
Ya se sabe: distintos países, distintas costumbres. Otro día, más.

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